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El procedimiento fotográfico de Ortiz Echagüe 


La Colección del MUN tiene su origen en la Donación que hizo en 1981 el fotógrafo José Ortiz Echagüe (1886-1980) a la Universidad de Navarra. El legado incluyó, además de su producción artística, su producción editorial, sus fotografías familiares y su biblioteca y objetos personales.

A lo largo de más de cincuenta años de actividad, desde las primeras décadas del siglo XX hasta los años sesenta, Ortiz Echagüe desarrolló un proyecto artístico personal de documentación fotográfica de la realidad española, que difundió a través de sus ediciones y de sus fotografías, siguiendo una forma de trabajo peculiar, que es de lo que hablamos hoy en el blog. 

El procedimiento del carbón directo sobre papel Fresson

Para su producción artística, Ortiz Echagüe recurrió a técnicas anteriores a su época, propias de los comienzos de la fotografía. Desde sus primeros trabajos utilizó de manera constante el procedimiento del carbón directo sobre papel Fresson, que da a sus fotografías esa peculiar textura tan característica. El uso de esta técnica, a diferencia de otros procesos, implica que la imagen final no se obtiene directamente del negativo de la cámara, sino que son necesarios una serie de pasos intermedios hasta llegar a ella.

El primero de estos pasos es la obtención del negativo de cámara, una imagen producida en una emulsión fotosensible de gelatina sobre un soporte transparente rígido o flexible, en los formatos propios de la fotografía comercial de la época (generalmente de 13 x 18, 9 x 12 o 6 x 9). En los primeros años del siglo XX este soporte solía ser de cristal; posteriormente, de material flexible (nitrato de celulosa y, sobre todo, acetatos). Esta primera fase del proceso se englobaría dentro de los procesos fotográficos convencionales de la época.

A partir de aquí comienzan las particularidades del proceso: de ese primer negativo se obtenía por contacto un positivo transparente del mismo tamaño, al cual se denomina “interpositivo”.

A continuación, utilizaba una ampliadora fotográfica: con ella se proyecta la imagen del interpositivo sobre un papel fotográfico de mayor formato, el mismo tamaño que tendrá la obra final. En este paso se produce además una inversión tonal. Así, se obtenía una imagen nuevamente negativa, en este caso sobre papel de un tamaño mayor que el primer negativo de cámara. Sobre este negativo el autor tiene la posibilidad de trabajar y hacer retoques con comodidad.

Por último, se llega a la producción de la obra final: la imagen de este negativo de papel se transfiere por contacto directo al papel Fresson, un papel emulsionado con varias capas de gelatina, dicromato potásico y pigmentos de carbón.

El método del carbón directo se basa en las propiedades fotosensibles del dicromato potásico, que por acción de la luz hace que la gelatina se vuelva insoluble al agua. Ambos papeles se exponen en contacto a la luz solar. Así, donde recibe más luz, la gelatina y el carbón quedaran fijados al papel; donde recibe menos, el agua arrastrará con facilidad la gelatina y los pigmentos oscuros.

Estilo propio

Ortiz Echagüe empleaba una mezcla de agua con serrín para facilitar la acción del agua en el arrastrado de los pigmentos sobrantes. Usando estos elementos, podía controlar de forma manual la luminosidad, el contraste, gradación tonal, la nitidez… Elementos que hoy en día regulamos con las herramientas que nos brindan los programas de edición digital. 

En la construcción de las fotografías con el procedimiento al carbón directo las  características de las imágenes pueden ser manipuladas e intervenidas por el artista. En las sucesivas transferencias de imagen, Ortiz Echagüe modula de manera consciente las cualidades de la información, forzando una disminución de la nitidez propia de los avances alcanzados por la fotografía de principios del siglo XX.

Mientras que la evolución histórica de la fotografía está marcada por la búsqueda y obtención de mayor cantidad de información con precisión, exactitud, detalle y nitidez, Ortiz Echagüe encuentra su forma de expresión artística en un procedimiento propio de otros tiempos, caminando en una dirección opuesta a la visión de la realidad marcada por el progreso tecnológico.

El Museo Universidad de Navarra conserva cerca de 1.100 carbones de Ortiz Echagüe, así como unos 1.500 negativos en papel y aproximadamente 28.000 negativos, además de materiales intermedios y los que generó para su producción editorial. Todo ello nos permite descubrir las formas de trabajo de este autor. Un ejemplo sería el caso en el que oculta los cables de un tendido eléctrico dibujando con un lápiz encima de ellos en el negativo de papel, de tal manera que en el carbón final estos desaparecen.

Este método de “camuflaje” de signos propios de la evolución en el tiempo, marcas de la modernidad, se observa incluso en objetos más difíciles de ocultar, como pueden ser señales de tráfico, coches o bicicletas. En otros casos, se aprecia cómo incluso añade grupos humanos que no existían en el negativo original; es decir, modifica y retoca las fotografías para construir la imagen final.

En sus palabras “lo primero de todo es el interés del asunto, la belleza de la composición, la armonía de sus luces, el modelado de las figuras, el movimiento de la escena”. Ortiz Echagüe buscaba las imágenes de forma espontánea, pero no dudaba en hacer posar a los protagonistas, construir escenas, o como hemos visto, intervenir en el proceso para obtener resultados más satisfactorios para el artista. Eso permite que haya variedad de acabados y que cada una de las piezas finales tenga unas características distintas.

Equipo de exposiciones y artes visuales del Museo Universidad de Navarra