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‘Tableau vivant’: del siglo XIX a nuestros días


Un texto de Ignacio Miguéliz, responsable de Colección y Exposiciones del Museo Universidad de Navarra

A lo largo de estas últimas semanas en las que hemos pasado más tiempo en casa se han estado incentivando diferentes actividades que invitan a la participación de personas para paliar tanto la falta de relaciones sociales como el aburrimiento. Una de las actividades que más éxito ha tenido es la de los diferentes challenges, entre los que están teniendo especial predicamento y divulgación la recreación de obras de arte de la historia universal.

En estos desafíos se busca agudizar el ingenio de los participantes, que deben recrear una imagen concreta y luego tomarse una fotografía y enviarla a través de las redes sociales, bien en un entorno público o en uno privado. Este reto, que tan innovador y original nos parece, en realidad tiene su espejo en una modalidad de divertimento dentro de las clases acomodadas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, los Tableau vivant o Pinturas vivientes.

Se trataba de representaciones, tanto individuales como colectivas, de escenas inspiradas en la tradición histórica, literaria o artística del país, a veces recreando una obra concreta, o bien tomada de culturas que soportaban la consideración de exóticas como la oriental. Debido a lo efímero de estas composiciones, muchas de las escenas conseguidas eran fotografiadas, tanto para el recuerdo de los actores participantes, como para ser publicadas en la prensa del momento, en las denominadas como crónicas de salón, al igual que se hace hoy en día al compartirse por las redes sociales.

Dentro de la colección del Museo Universidad de Navarra se conserva un libro que recoge varios de estos Tableau vivant celebrados en Madrid a principios del siglo XX. Tres fiestas artísticas. Cuadros vivos. Zambra en el alcázar de la reina de Saba. Historia de la antigua danza en España fue editado en 1904, con textos del marqués de Valdeiglesias, uno de los principales cronistas de sociedad de la época, e ilustraciones de heliograbados del estudio parisino de Paul Dujardin, basados en fotografías de Christian Franzen y Antonio Cánovas del Castillo. En estos Tableau vivant se recrearon pinturas antiguas y contemporáneas, obras literarias y temas históricos vinculados a la historia y tradición española, pero también a culturas orientales, como la árabe o la japonesa, que tanta influencia tuvieron en el arte a partir de mediados del siglo XIX.

Debido al interés social que estas recreaciones despertaban, todas las escenas, así como sus intérpretes, vienen identificados en el pie de página bien por su nombre, bien por el personaje o escena representada, y cuando las imágenes se disponen en una página entera, mediante hojas de papel glassine sobrepuestas.

El abanico
Nadine de Radowitz. Luisa Prado. Marquesa de Yvanrey. Duquesa de Montellano. Teresa de Lombillo
en una recreación de una escena japonesa estampada sobre un abanico
Recreación de una escena japonesa

A diferencia de las recreaciones realizadas en estos momentos de confinamiento que circulan por las redes sociales, donde tanto el vestuario como el attrezzo y el escenario son los que los improvisados modelos han podido encontrar en sus casas, en los Tableau vivant todos estos elementos se cuidaban con especial esmero. Así, los salones se decoran ad hoc con telones pintados que reflejan el escenario buscado, para lo cual se utilizaba también piezas de mobiliario y objetos decorativos reales de la época que se quería recrear. Y los protagonistas buscaban la inspiración para sus trajes en pinturas antiguas, mandando hacer los mismos a los principales modistas del momento, incluso enviando los patrones a París, completando el conjunto con joyas reales, en ocasiones también realizadas para la ocasión, buscando conseguir una recreación fidedigna del personaje representado.

Ignacio Miguéliz, responsable de Colección y Exposiciones del Museo Universidad de Navarra


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